Ella lo dejó sin llanto y le dijo: “los hombres no lloran,
las mujeres tampoco”. “No volveré”
Pero él lloraba y le pidió: “¡Por favor! no te vayas”
“Y si te vas... regresa”.

Habrá una nube de volutas con violines tristes,
pero ya no volverán las golondrinas, ya no volverán.
La hermana de la luna se fue en una noche fría. Y ya no volverá.
El resplandor tímido se quedará entre las hojas mojadas por la nieve
y las sombras, se quedará como una piedra anclada en el corazón
de un esposo abandonado.
Aunque emigren todos los pájaros del territorio de la tierra,
quedará un diminuto espacio entre el cielo y el aire,
donde las hojas verdes volaran como si fueran manos.
Ese resplandor quedará guardado en una caja de seda,
y a través de una bisagra se mantendrá fugaz.
Está allí. Está.
Aunque no haya un horizonte celeste, un sol,
un día, una primavera con intensas azucenas y rojos federales.
Está allí.
Una vela en el silencio espacial es solo una vela.
Una estación espacial es una estación. Está allí. Está.
Una nave es una nave, viene y se va y viene,
se va y viene y se va como otra nave
y así sucesivamente.