Un hálito juvenil sella el rastro gráfico
interponiendo tildes a la respiración de Homero,
jóvenes dispuestos a cruzar la barrera
enarbolan en el mástil un estandarte
que avizora la Cruz del Sur.

En sus venas bulle la carnitina
reclamando un jirón de la toga picta,
conocen la belleza que encierra la palabra Alejandría
y Píndaro aplaude esos cantares;
dinámico bolígrafo escribe sin cuartel
como un relámpago vierte aquellas hazañas
hipergrafía desbordada por la herida del lóbulo
señala la extensión de los pergaminos.

El acné enciende la canción a borbotones
laureles arracimados en la chaqueta del tenor,
tachonan la noche con estrellas;
himnos que brotan al compás de un acordeón
rasgan mi pecho en el zaguán.

Y hierve ese deseo de aferrarse a la adolescencia
como el pino pátula que nunca abandona la maceta,
botón luminoso en el uniforme del mariachi
continúa encendiendo el frenesí matutino;
llamando a la luna como testigo.

Acuden águilas guiadas por el festín
y la pupila núbil avizora un liguero,
las medias de rejilla ornan a la puta
-roja insignia de antiguos blasones-
clavel que florece con la nicandra;
búfalos intrépidos organizan una estampida
capturando la púrpura en retirada.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia