Desde ahora,
seré firme, implacable,
dura como un diamante que corta;
capáz de retorcerme de regocijo
contra los que provocaron mi sufrimiento.

Solo el amor me guiará
y sus tormentos serán preferibles
ante el desgarramiento del odio que mata.

Seguiré la soberanía de mi pureza y mi oscuridad;
y mi camino, si ya ha sido trazado,
será inconmovible.

Mi tormento fue en vano
y mis errores fatales cuchillos,
que me siguieron los pasos;
anestesiada por la negación de lo verdadero,
negué que podía no ser amada.

Más mi corazón lleno de congoja,
respiró aliviado, libre,
cuando a eso se sumo la alegría del olvido;
y la sensación de desprecio ante mis avasalladores
puso fin a mi espantoso tormento.

Olvidaré y seguiré adelante
y no dejaré que la maldad me mate;
escupiré al que me hiere
y me transformaré en cada paso del tiempo.

Esperaré al dolor con resignación
y a la alegría con esperanza.

Me juzgaré yo misma,
se caerán mis sueños
y no vendrán ya desgracias,
estoy lista a untarme en ellas;
no surgirán más sentimientos falsos,
pues lo verdadero está a mi lado.

El mañana seguirá incierto
y mi espíritu se pondrá triste
con el retorno de alguna decepción
que hizo inmortal mi ira.

Me reiré; y la compasión se llevó
lo que me tenía cubierta;
descansaré por fin de las injurias
y pisaré sus espíritus abyectos,
con el compás de mi indiferencia.

Gozaré, soñaré y entregaré todo
a los que se que me aman;
y los malditos temblaran de odio
por mi pérdida.

Gracias dolor
por abrirme las puertas de la verdad,
las tuyas;
tú eres el fundamento.