Fuiste el dulce elixir que alivió
en mis noches de tormento
grises y funestos pensamientos
ofreciéndome puro amor.

Guardo aún en mi memoria
todos esos sentimientos,
y nada en el firmamento
borrará tan sagrada historia.

Mas aunque todo haya cambiado
no enturbiemos con lamentos
los maravillosos momentos
que nos ofrecieron los hados.

Despidámonos de ese amor,
saludemos los nuevos tiempos;
riamos, estemos contentos
y no nos guardemos rencor.

Y con estos torpes versos
paridos por un corazón sincero
te remito el más verdadero
y espontáneo de mis besos.

Ramón Saavedra