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■ The oak
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2006-09-06 | [This text should be read in espanol] | Submited by Denis Beckert Era una vez como en los cuentos, Ărase una vez, Niña de imperiales ancestros, De hermosĂsima tez. Hija Ășnica y la aman tanto, Es siempre en todo bella, Como la Virgen entre los santos Y la luna entre estrellas. Desde las sombras celestiales Sus pasos alla lleva A las ventanas, en las cuales El lucero la espera. Miraba el mar en el ocaso CĂłmo aparece y luce, CĂłmo por movedizos pasos Barcos negros conduce. Lo ve hoy, lo ve mañana, AsĂ el desco brota; Y al verla Ă©l tantas semanas, De ella se enamora. Como ella apoya en sus palmas Para soñar, sus sienes, Llena de amor por Ă©l su alma Y su corazĂłn tiene. Y de quĂ© modo Ă©l se ilumina En cada atardecer, Y hacia el negro castillo mira Su amada aparecer. * Y tras sus huellas, paso a paso, Se escurre al cuarto Ă©l, Tejiendo con frĂos chispazos Una llameante red. Y cuando se tiende en el lecho A dormir la muchacha, Le toca las manos sobre el pecho, Y sus pĂĄrpados baja; Desde la claridad del espejo Se derrama en su cuerpo, Sobre sus ojos grandes, trĂ©mulos, Sobre su rostro vuelto. La niña lo mira sonriente, Ăl tiembla en el espejo, Pues quiere y persigue vehemente De su alma ser dueño. Ella en la noche hablando en sueños, Suspira asĂ por Ă©l: âOh, de mis noches dulce dueño, ÂżPor quĂ© no vienes? ÂĄVen! Desciende ya lucero tierno, Un rayo te encamine, Entra a la casa, al pensamiento Y mi vida iluminessâ. Ăl escuchaba tembloroso, Se encendĂa aĂșn mĂĄs Y se abalanza presuroso Y se hunde en la mar; Y el agua donde hubo caĂdo En cĂrculos se mece, Y de los ignotos abismos Un bello joven crece. FĂĄcil, como por puera abierta Pasa por la ventana, Una vara en su mano aprieta De juncos coronada. Joven prĂncipe perecĂa, Cabello de suave oro, Morada mortaja pendĂa De sus desnudos hombros. Y la sombra del rostro traslĂșcido Es como blanca cera, Un muerto bello de ojos lĂșcidos Que brillan hacia afuera. âVine de mi esfera y fue grave Siguiendo tu llamar, El alto cielo es mi padre Y mi madre es la mar. Hasta tu cuarto yo he venido Y para verte a ti, Con mi sereno he descendido Y de aguas nacĂ. Oh, ven, inefable amor mĂo, Tu mundo deja y ven; Del cielo soy lucero, y brillo; Ven, tĂș mi novia sĂ©. AllĂĄ en palacios de coral Por siglos viviremos, Y todo el mundo de la mar A ti obedeceremos.â -Eres bello, como aparece Ăngel que en sueños ves Mas por la senda que me ofreces Nunca jamĂĄs irĂ©; Extraño a tu lengua y atuendo, Como sin vida estĂĄs, Si yo estoy viva, tĂș estĂĄs muerto, Me hiela tu mirarâ. * PasĂł un dia, pasaron tres, Y en la noche el lucefo Regresa sobre ella otra vez Con sus rayos serenos. A ella parece que en el sueño Su recuerdo turbĂł, Y anhelos del marino dueño Su corazĂłn colmo: âÂĄDesciende ya lucerno tierno, Un rayo te encamine, Entra a la casa, al pensamiento Y mi vida ilumines!â Como en el cielo Ă©l la escuchĂł Sufre y desaparece, Y el cielo entonces vueltas dio AllĂ donde perece; En aire roja llamarada Sobre el mundo esparciĂłse, Y en la llanura desolada Fiera imagen plasmĂłse. Sobre su negra cabellera Corona arder parece, Flotaba, imagen verdadera, Bañado en sol ardiente. Surgen de enlutado velo Sus marmĂłreos brazos, Triste y pensativo: vedlo Y su rostro es pĂĄlido. Pero su admirable mirada QuimĂ©rica fulgura, De sus pasiones insaciada Llena, y de negrura. âVine de mi esfera y fue grave De nuevo, pues llamastre, El alto sol es mi padre Y la noche es mi madre; Oh, ven, inefable amor mĂo, Tu mundo deja y ven; Del cielo soy lucero, y brillo, Ven, tĂș mi novia sĂ©. Ven, y a tu rubia cabellera Corona harĂ© de estrellas, Y asĂ en mis cielos aparezcas MĂĄs hermosa que ellasâ. âÂĄEres bello, como aparece Diablo que en sueños ves, Mas por la senda que me ofreces Nunca jamĂĄs irĂ©! Me duelen por tu cruel amor Las cuerdas de mi pecho, En mis pĂĄrpados hay dolor, En tu mirar me quemoâ. âÂżMas cĂłmo a ti puedo bajar, A tu leve estatura, Siendo yo criatura inmortal Y tĂș mortal criatura?â âNo busco elegir mis palabras, Ni cĂłmo empezar sĂ©. Pero aunque muy claro tĂș hablaras, No te logro entender; Si verdaderamente anhelas Lograr al fin mi amor, Debles bajar hasta la tierra, SĂ© mortal como yoâ âReclamas mi inmortalidad, Un beso en cambio gano, Mas debes saber que en verdad Es mucho lo que te amo; Si, nacerĂ© yo del pecado, A otra ley sometido; A eternidad estoy ligado Y liberarme pidoâ. Se va, se va⊠Y ya se ha ido. Por amor a una niña, De su alto lugar ha partido, Perdido muchos dĂas. * En ese tiempo CatalĂn, Un muy astuto paje, Que el vino debĂa servir, Para los comensales, Paje que lleva paso a paso La mantilla real, Mozo vagabundo y bastardo, Mas de mirada audaz, Mejillas como peonĂas, El diablo, y tan rojizas, Furtivamente el paje espĂa Mirando a Catalina. Y quĂ© hermosĂsima estĂĄ ahora, Oh Dios, y quĂ© altivez, Eh, CatalĂn, llegĂł la hora, Prueba suerte, tal vez⊠Y suavemente la abrazĂł Presuroso, en la sombra. âEh, Catalin, Âżque te pasĂł? Vete, vete a tus cosasâ. âÂżQuĂ© es lo que quiero? Que no estĂ©s Siempre en tanto embeleso, Que mejor rĂas, y me des Un beso, un solo besoâ. âPero ni sĂ© lo que pretendes, DĂ©jame y vete lejos, Oh, por el lucero celeste Siento mortal anheloâ. âSi no lo sabes te dirĂ© De pe a pa el amor, Mas no te enojes y esta vez Tranquila, y atenciĂłn. Cual cazador que tiende el lazo A las aves del bosque, Cuando te extienda izquierdo brazo TĂș me abrazas entonces; Deja a tus ojos quietud En la mirada mĂa⊠Y si te alzo, entonces tĂș Ălzate de puntillas; Cuando mi rostro hacia ti incline Alza tu cara pura, E insaciados ojos se miren Con eterna dulzura; Para que como se merece El amor sepas bien, Cuando inclinĂĄndome te bese, Me besas tĂș tambiĂ©nâ. Del mozo escuchaba estas cosas DistraĂda, asombrada, Y vergonzosa y donairosa Ella no dice nada. Murmura quedo: âde pequeñin A ti te conocĂa, Un poca cosa, un parlanchĂn, Mi pareja serĂas⊠Pero un lucero que ha brotado De olvido silencioso, Les da horizonte ilimitado A mares soledosos; Cierro en secreto mis pestañas, Llanto las va anegando, Si el agua de las olas pasa Hacia Ă©l van viajando; Brilla con indecible amor Para ahuyentar mi pena, Pero siempre mĂĄs se elevĂł Para que a Ă©l no venga. Pasa sus rayos frĂos, triste Del mundo que la aleja, Lo amarĂ© siempre, pero siempre Lejos se va y me deja⊠Por esta causa son mis dĂas Desierto desolado, Mas noche encanto sacro envia Indefinable y diĂĄfanoâ. âSucede que aĂșn eres muy niña, VĂĄmonos juntos. Vamos, Ni huella quede en nuestra huĂda, Y hasta el nombre perdamos, Juntos los dos sabios seremos, Felices y contentos, OlvidarĂĄs amor paterno Y sueño de lucerosâ. * PartiĂł el lucero. Le crecĂan Las alas en el cielo, Y miles de años transcurrĂan En sĂłlo unos momentos. Abajo estrellas se veĂan Sobre un cielo de estrellas. Rajo infinito parecĂa Errante Ă©l entre ellas. Del valle del caos que habĂa Alrededor de Ă©l, Como si fuera el primer dĂa Mira las luces nacer; Como manando lo rodeaban Como mares, nadando⊠Ăl vuela, el ansia lo llevaba, Todo se fue esfumando, Porque adonde va no hay fronteras, Ni ojos para ver, E inĂștilmente el tiempo intenta Del vacĂo nacer. Y nada hay, y hay sin embargo Sed que lo ha absorbido, Es un abismo que ha imitado Lo ciego del olvido. âDel peso de la eternidad LĂbrame, Padre amado, Y por los siglos TĂș seras Por el mundo loado; PĂdeme, Padre, cualquier precio, Pero dame otra suerte, Pues de la vida eres comienzo Y dador de la muerte; QuĂtame TĂș el nimbo inmortal Y del ojo el fulgor, Y en cambio sĂłlo me darĂĄs Una hora de amor⊠Del caos, Dios, apareci, Y al caos volver quiero⊠Y del sosiego yo naci, Tengo sed de sosiegoâ. âHyperiĂłn, que del abismo Con un mundo llegaste, No pidas signos ni prodigios Sin nombre ni semblante; ÂżTĂș quieres devenir un hombre, Hacer como ellos hacen? Pero perezca el pobre hombre: AĂșn siempre renace. Apenas en el viento forjan BaldĂos ideales. Cuando su tumba halla las olas Otras olas ya salen; Tienen estrellas de la suerte Y acosos del destino, Nosotros tiempo, espacio, muerte Nunca hemos conocido. Del seno del eterno ayer Vive el hoy que se muere, Si arriba un sol deja de arder De nuevo un sol se enciende; Creyendo por siempre surgir De atrĂĄs muerte lo pace, Pues lo que va a morir Y del morirse nace. Mas tĂș, HyperiĂłn, perdurarĂĄs Donde tu ocaso esté⊠¿Mi primer Verbo pedirĂĄs? ÂżDarĂ©te el saber? ÂżDoy voz si quieras a esa boca, Y que tras su cantar Vayan los bosques y las rocas Y las islas del mar? ÂżQuieres tal vez ser por tus hechos Equitativo y grande? La tierra entera yo te entrego Para que un reino mandes. Naves y naves puedo dar, Huestes con que atravieses De arriba abajo tierra y mar; Mas morir tĂș no puedes⊠¿Y por quiĂ©n quieres tĂș morir? Mira, la errante que es La tierra donde quieres ir, Lo que te espera veâ. * A su lugar que hay en el cielo HyperiĂłn regresĂł, Y como ayer hizo en el vuelo Destellos derramĂł. Pues el sol ya habia apagado Y la noche venĂa; La luna ya se habĂa alzado Y en el agua bullĂa Llenando de encendidos brillos El sendero del bosque. Bajo las ramas de unos tilos Se encontraban dos jĂłvenes: âDeja mi cabeza en tu seno Amada, que descanse En tu luz mirar sereno, De dulzura inefable; Con el encanto de luz frĂa Entra a mis pensamientos, Tranquilidad eterna envĂa A esta pasiĂłn que siento. Que estĂ©s conmigo, este anhelo, Da a mi dolor consuelo, Pues eres tĂș mi amor primero Y mi Ășltima sueñoâ. Y ve HyperiĂłn desde lo alto El asombro en sus caras; Antes que Ă©l le dĂ© un abrazo Es ella quien lo abraza⊠Huelen las argentinas flores Y caen, dulce lluvia, Sobre los dos tiernos menores De cabellera rubia. Ebria de amores, como ausente Alza los ojos. Mira Al lucero. Y suavemente Su anhelo le confĂa: âDesciende ya, lucero tierno, Un rayo te encamine, Entra hasta el bosque, al pensamiento Y mi dicha ilumines!â Ăl tiembla como en otros tiempos En bosques y colinas, Las soledades conduciendo De las olas marinas; Mas ya no cae como antes Desde la altura fiera: âRostro de limo, es importante Si soy yo o cualquiera? Viviendo en vuestro estrecho cĂrculo Os sonrĂe la suerte, Mas yo me siento en el mundo mĂo Aterido y sin muerteâ. Traduccion de Omar LARA |
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