En el camino de los desmemoriados

Duele verle entre miles de transeúntes colapsando el paso sobre los pasos. Camina despoblado de recuerdos por la orfandad de aquellos callejones con hedor a efervescencia nocturna, a piel sudada y bocanadas de humo. Duele verle tras el zigzag de las sombras que se burlan en complicidad con el viento, jugando el juego del perdido. Llega sin prisa frente a la puerta , busca las llaves que se enredan bruscamente entre los hilos del bolsillo, gasta el tiempo preciso antes que la misma se abriera sin ofrecer resistencia y entra. Duele escucharle un suspiro de impotencia al girar en medio del cuarto mientras observa los cuadros , los viejos muebles, las flores secas, la comida sobre la mesa y entender, que otra vez se equivocó de casa, ésta es la de su vecina que se escapa para verse con su amante. Todas las noches tiene que esperar el regreso de la vecina para que abra la puerta del cuarto que rentó en la parte posterior de la casa. Otra noche, otra noche más para explicarle al marido que su mujer busca sus llaves para abrirle la puerta, allá, donde las sombras juegan el juego del perdido en el camino de los desmemoriados.