Todo estaba bien, al hablar de todo me refiero también a mí y a la gran cantidad de peces que se deslizaban a mí alrededor y me hacían disfrutar el viaje. Yo los contemplaba embelesado; por sus formas y colores logre distinguir un pez luna, un esturión, una perca y hasta una quimera; por cierto una anguila gigante y malhumorada casi me rosa. Éramos muchos y todos íbamos juntos surcando las olas, al divisar un pez volador me percate que a mi costado derecho se encontraba un majestuoso pez espada, el cual me invito creo que con la mirada a subirme en su dorso y así alejarnos rápidamente de los demás, no lo pensé dos veces y subí, apenas lo hice él se movió, fue tanta su velocidad que al mirar atrás solo vi el ancho mar, esto era ya demasiado insólito. Me hablo de una forma muy peculiar de sus luchas, de cómo había clavado su espada en enemigos dignos de tan fina acción y de cómo también había aprendido a recibir una que otra estocada; me dijo que su misión era encargarse de mí y que el viaje sea seguro, llegaríamos en una hora a mas tardar cuando el sol aun no este en el poniente. Al arribar al lugar indicado el se despidió muy cortésmente y yo le desee la mejor de las suertes; me miro de tal manera que me hizo suponer que él ya lo sabia y procedió a hundirse en las profundidades marinas.
No sabia en ese momento que hacer si descansar o caminar, me encontraba en este dilema cuando vi a lo lejos en plena playa a dos cigüeñas que aparentemente conversaban animosamente; al acercarme creí escuchar algo acerca de un supuesto nacimiento, al verme una de ellas alzo la cabeza con gallardía y me guiño un ojo; no le preste mucha atención a lo sucedido y seguí caminando no sabia hacia donde iba, solo lo hacía.
Pronto me di cuenta que estaba muy lejos de la playa, me había internado por un camino sinuoso y la noche me acontecía y venia encima como un manto negro cayendo lentamente delante de mis ojos. En eso pude ver un hermoso castillo y sin enfocar su verdadera altanería entre por el portón que se hallaba entreabierto, me desplace luego por unos corredores que me llevaron inevitablemente a un gran salón algo iluminado por dos grandes candelabros dorados que se encontraban en el centro del mismo; sentí algo de temor, pero muy poco como para amilanarme, así que me puse a contemplar los muros, cuando derrepente mis ojos se posaron en lo alto de un estandarte sobre el cual se hallaba una mascara tallada, la reconocí instantáneamente, era una mascara funeraria de origen azteca; al acercarme repare en que había algo en su boca, era una especie de misiva escrita sobre un viejo papel: “Donde la estatua se torne sal y la sal se torne estatua, es ahí y en ningún otro lugar donde me encontraras esperando expectante por tu llegada, no demores viejo zahorí”
Todo esto seguía siendo sumamente extraño no tenia ni idea de lo que estas palabras querrían decir. Me senté en el suelo y seguí mirando las paredes, paso alrededor de una hora y recién en ese momento la pude ver; era Némesis la mítica diosa de la venganza tallada de una manera muy peculiar y exótica en ópalo de fuego; me observaba desde una esquina impetuosamente y sus reflejos rojizos y ardientes me cautivaron, en eso dijo: “Iluso no ves acaso lo que tienes en frente, sigue buscando; no te das cuenta de que eres el elegido, el siempre buscado y ahora después de tanto por fin encontrado” esa fue la sentencia luego se esfumó; esto no es un juego, pensé, creo que debo cumplir con algún misterioso designio. Todo se aclaraba ya, debía tan solo regresar al mar pero por el lado opuesto al que había llegado, seria ahí donde el acertijo se resolvería. Al pensar en todo esto todo lo que me rodeaba se desvaneció me encontraba ahora parado frente al mar. Fue entonces cuando empecé a caminar lentamente hacia las olas, luego me di cuenta que me sumergía en el mar, primero fue mi cintura, luego mis hombros, después vinieron mis ojos; entonces todo se resolvió, yo me estaba ahogando, trate de contener la respiración y no pude; en el momento menos esperado yo deje de existir como antes porque Leviatán el implacable, ¡había nacido!