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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2009-02-11 | [This text should be read in espanol] | margarita era una santa salÃa de dÃa con sus polleras largas que le cubrÃa hasta los talones, el vestido se ceñÃa en un escueto escote que abrazaba el cuello, largo cuello de por si, apenas si se le podÃa ver un rosario que a modo de collar de fantasÃa pendÃa de el, sólo le asomaba su cruz flúor ante los templos se persignaba una y otra vez, como con algo de obsesión y y frente a algún santo un par de rezos murmuraba salÃa con su cara lavada que sólo mostraba la belleza del alma y su alma era realmente bella; no habÃa hospital, geriátrico, hospicio, o casa de desamparados que no visitara; en todos lados alguien la esperaba, alguien que realmente la necesitaba y a todos lados iba, siempre tenÃa tiempo para asistir, también asà tenÃa tiempo de asistir a cuanta oficio o misa hubiere, no le importaba mucho a que culto pertenecÃan, ya que pensaba que de todas formas algún dios la escucharÃa igual las monjas la adoraban, como asà los curas, los ortodoxos, judÃos, luteranos, budistas y mahometanos; con los del Islam se llevaba a las mil maravillas y con cientos de otras sectas o religiones también, que no vienen muy al caso casi era alta y siempre lucÃa unas humildes sandalias chatitas, las sandalias para el dÃa, porque caminaba mucho en su andar detrás de algún reclamante de noche tampoco dejaba de andar, claro, ya no caminaba con las chatitas, usaba tacos aguja, colorados de unos quince centÃmetros de altor; los que dominaba muy bien y le servÃan por las dudas de arma de defensa de noche su altura era enorme, y su figura descomunal; la pequeña pollera , también roja, que usaba, dejaba lucir sus largas y esbeltas piernas y, en oportunidades, cuando se apoyaba en la ventanilla de algún auto de alguien que también la necesitarÃa, quizás para discutir algún diezmo, dejaba al descubierto sus exuberantes bondades, los cachetes de la cola partidos por una mini tanga negra que todo lo sugerÃa; claro, para el deleite de todo transeúnte que por ahà accidentalmente pasara margot era de carnes firmes, bien duras… perdón, de noche era margot, a ella me referÃa de noche margot era pasión, tenÃa mucho calor entre las piernas, adrenalina sexual al extremo, cobrara o no; solÃa hacer descuento a los jubilados, su alma era la misma, ayudaba al necesitado de noche era fuego, el mismo infierno, te dirÃa; quienes la conocieron jamás pudieron olvidarla; se entregaba a todos los excesos y todo y a todos excedió y él, justo él, fue a conocerla una tardecita la conoció en uno de esos dÃas en que la tarde se estira y la noche viene con pereza cuando la vio, ella estaba rezando frente a una grutita del gauchito gil, llena de velas rojas, botellas rojas, banderitas rojas cuando él la vio, te decÃa, se dijo: -esta es la mÃa, paso al frente, le tapo la boca al pa y al tatara; con esta ya van a ver- y se repitió varias veces: - esta santa es mÃa, qué bocadito para la historia- él era un demonio y asà se sentÃa; se arrimó hasta quedar casi tocándola, ella ni se dio cuenta, iba por no se que cuenta del rosario él buscó un perfume que le habÃan regalado, no se para que fiesta maldita, que era irresistible para las mujeres; al olerlo caÃan rendidas a sus pies, totalmente seducidas, aún para las más santas, como este era el caso ella nada, inmutable; seguÃa sin notar la presencia del tan apuesto sujeto, la letanÃa del rosario la absorbÃa en su totalidad él, ya que su belleza y fragancia no la impactaban, apelo a la estrategia del viejecillo carenciado, el de la urgente necesidad; pero ella nada, nada de nada; totalmente abocada a grutita del gil, siempre solicitando para algún desesperado pero las horas fueron pasando, el sol se escondió y dejo al descubierto la noche más renegrida y a margarita se le subió la margot y una margot tremendamente desesperada al único que tuvo a mano para saciar tamaña calentura fue a él, justamente a él; que pasó a ser un pobre diablo fue un desastre, una hecatombe carnal, toda la lujuria, toda la desesperación humana, animal, bestial… del embate él tuvo que huir apresuradamente, maltrecho, agotado y perseguido y lo perseguÃa alguien que querÃa más y más… margot, una margot aún recaliente él se pudo refugiar en un monasterio, donde hasta hoy reside, arrepentido maldijo a toda su parentela endemoniada, eso si, sin decir malas palabras; para convertirse en un curita sencillo curita de la parroquia del barrio, el mismo donde vive margarita, de quien de dÃa es muy amiga; pero por las noches, reconoce, que como humano, por ahà la recuerda; recuerda a aquella margot; margot la que le cambió la vida
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