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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2006-10-18 | [This text should be read in espanol] | Estoy esperando algo que no sé que será, no sé si pueda cumplir con ello, llevarlo adelante, practicarlo, pero quizás lo sepa después de la muerte de mi hermana. Es cierto, ella está por todos partes y me quisiera esconder, por lo menos hasta que muera, hasta que suba al cielito, ese que dicen, al cual se va por bueno, por las acciones en este mundo. Tal vez yo pueda ir, porque matarla serÃa una buena acción para con los hombres y las mujeres de buen corazón. Ella lo dejó solo en ese lugar que le habÃan recomendado. SalÃa caro, muy caro, tenerlo allÃ, bien comido, bien dormido, sobre todo eso, bien dormido. Pero pensaba que valÃa la pena, por el PaÃs. Por todo era conveniente, para que nadie se enterara. Faltaba más, si... supiera... solo que se imaginara, estarÃa perdida. Un hermano y todavÃa con esas ideas extranjeras. ¡Dios permita! ¡Dios nos libre! Cuando vuelva, cuando venga, le voy a decir que no es cierto toda esa propaganda que están haciendo de la defensa irrenunciable de los cabecitas negras. A mi me lo contó su Edecán Militar, que en la última recepción para los embajadores extranjeros y los inversionistas, uno de ellos, un cabecita negra, todavÃa no se explican cómo llegó hasta la sala. Y él lo abrazó, lo palmeó. Lo invitó con una copa de Champagne, con unos canapés, con jamón español. Pero después, cuando se fue, cuando él llegó hasta la habitación central donde estaba la seguridad dijo: ¿Dónde? ¿dónde? ¡carajo! estaba la guardia... Yo sé muy bien que por los descamisados, por los cabecitas, por ellos está donde está, ese señor militar, ¡ah! ya sé, que antes estuvo con los golpistas, pero ahora...es necesario un cambio, popular. ¿Asà lo llaman? ¿Cómo se llamaba aquel europeo?, sÃ, sÃ, duce o duche, no me acuerdo, pero sé y estoy convencido que era italiano. Volvà como a la semana, lo encontré sentado en el jardÃn, por que una hermana como yo no puede tener a su hermano en cualquier lugar, no, no, este es de los mejores, de los más selectos, con jardÃn, con árboles frondosos, con olor a flores y no como otros lugares que habÃa conocido, que solo tenÃan olor a orÃn, a rancio, a enfermedad. No este lugar era bueno de verdad. Pero mi hermano estaba cada vez peor, me dijo de todo sobre mi marido, sobre el ejercicio y el desempeño en el principal cargo del Poder Ejecutivo, que la propaganda, que las mentiras, que el populismo, que los sindicatos, que la verdad. Yo lloraba, se me caÃan las lágrimas una y otra vez. Cuando se sintió desfallecer, se llenó de energÃa, como estaba acostumbrada, a fuerza de voluntad, contra viento y marea, respiró hondo, bien hondo y sintió una puntada, una cuchillada que se le clavaba en la espalda y le llegaba hasta el estómago, la atravesó literalmente como la aguja de un colchonero. Se pellizco, respiró hondo y salió al balcón. Miró a lo lejos, pero no vio nada, solo el resplandor amontonado, la banderas agitándose sobre el vocerÃo de la gente, de los aplausos por su aparición. Los bombos, retumbándole cada vez más en la nuca: --Argentinos...trabajadores... Cuando se enteró fue, casi de casualidad, caminaba por un pasillo, arrastrándose. El pie hacia adentro, contra el piso, raspaba y raspaba. Sin darse cuenta escuchó que habÃa muerto, ¡¡sà habÃa muerto!! su hermana, sà se habÃa muerto, se habÃa muerto, muerto, bien muerta, bien, pero bien muerta, muerta. Y decÃan que la bandera de la Argentina estarÃa a media asta, que habÃa duelo nacional, ¡qué mujer como ella!, ¡qué las obras!, que la entrega, que la dedicación a la Patria y al Presidente. ¿Pero cómo habÃa pasado? Con toda seguridad, pensaba, para sà mismo, su plan habÃa dado resultado y se habÃa muerto. Ahora, claro decÃan que habÃa sido el cáncer, ¡¡otra mentira!!! Él sabÃa y sabÃa muy bien, pues llevaba su apellido de soltera. © Rada, Montevideo, 25/03/04, Uruguay. Apenas retocado. 8/10/06. |
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