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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2008-07-19 | [This text should be read in espanol] | Submited by Daniel Lacatus Sale la estrella de Venus al tiempo que el sol se pone, y la enemiga del dÃa su negro manto descoge, y con ella un fuerte moro semejante a Rodamonte sale de Sidonia airado, de Jerez la vega corre, por donde entra Guadalete al mar de España, y por donde Santa MarÃa del Puerto recibe famoso nombre. Desesperado camina, que siendo en linaje noble, le deja su dama ingrata porque se suena que es pobre; y aquella noche se casa con un moro feo y torpe porque es alcaide en Sevilla del Alcázar y la Torre. Quejándose tiernamente de un agravio tan inorme, y a sus palabras la vega con dulces ecos responde: «—Zaida, dice, más airada que el mar que las naves sorbe, más dura e inexorable que las entrañas de un monte, ¿cómo permites, cruel, después de tantos favores, que de prendas de mi alma ajena mano se adorne? ¿Es posible que te abraces a las cortezas de un roble, y dejes el árbol tuyo desnudo de fruta y flores? Dejas tu amado Gazul, dejas tres años de amores, y das la mano a Albenzaide, que aun apenas le conoces. Dejas a un pobre muy rico y un rico muy pobre escoges, pues las riquezas del cuerpo a las del alma antepones. Alá permita, enemiga, que te aborrezca y le adores, y que por celos suspires y por ausencia le llores, y que de noche no duermas, y de dÃa no reposes, y en la cama le fastidies, y que en la mesa le enojes, y en las fiestas, en las zambras, no se vista tus colores, ni aun para verlas permita que a la ventana te asomes; y menosprecie en las cañas, para que más te alborotes, el almaizar que le labres y la manga que le bordes; y se ponga de su amiga con la cifra de su nombre, a quien le dé los cautivos cuando de la guerra torne; y en batalla de cristianos de velle muerto te asombres, y plegue a Alá que suceda cuando la mano le tomes, que si le has de aborrecer, que largos años le goces, que es la mayor maldición que pueden darte los hombres—». Con esto llegó a Jerez a la mitad de la noche; halló el palacio cubierto de luminarias y voces, y los moros fronterizos que por todas partes corren, con sus hachas encendidas y con libreas conformes. Delante del desposado en los estribos alzóse; arrojóle una lanzada de parte a parte pasóle; alborotóse la plaza, desnudó el moro un estoque, y por mitad de la gente hacia Sidonia volvióse.
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