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Espectros
prose [ ]
La Santa Compaña

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by [Franlend ]

2006-03-17  | [This text should be read in espanol]    | 



Leyenda de ancestrales orígenes gallegos



Para Yokasi Nokreoná, estudiante japonés en Galicia, aquella noticia que estaba leyendo en el periódico de ese día, le resultaba demasiado inverosímil para ser cierto. Le habían comentado, ya en su Kyoto natal, que Galicia era una de las regiones del mundo donde las apariciones esotéricas eran de cuestiones diarias pero llevaba en la ciudad de Lugo viviendo, y estudiando veterinaria, cerca de seis años y era la primera vez que una noticia así salía en los diarios.

Sus compañeros de clase, y amigos en general, habían omitido de hablar con él de todo eso; de apariciones, brujas, meigas, duendes, druidas etc. en sus charlas y tertulias hasta bien aprendido los idiomas español y gallego en su léxico diario. Para no confundirlo y preocuparlo en demasía.

Cuando creyeron que estaba preparado y adaptado, tanto mental como socialmente, a las costumbres autóctonas gallegas, le comenzaron a contar e invitar a las participaciones en los aquelarres nocturnos, a las quemas de los espíritus de las brujas en la noches de Sanjuán, los veintitrés de junio de todos los años. A novelarle historias de duendes y de druidas, de todos los movimientos esotéricos que acaecen en Galicia. Pero todo eso para él, que provenía de una cultura milenaria, no contaba con ningún valor espiritual ni de credibilidad. Por eso cuando leyó que una joven de Miraz, un pueblo del ayuntamiento de Friol, había visto la Santa Compaña le pareció que noticias como esa se publicaban solamente para engrosar las páginas de los periódicos como al mismo tiempo que ayudaban para que no muriera la tradición de una leyenda tan popular.

Tan pronto terminó de leer la noticia donde la chica en cuestión relataba que, cuando vio llegar a la Santa compaña, hizo un redondel en el suelo y se metió en él al mismo tiempo que hacia una cruz en el interior del mismo. Se puso de rodillas, comenzó a rezar y esperó que la procesión de los muertos siguiera de largo. Decía ella que esa era una de las pocas maneras de librarse del embrujo.

Yokasi cerró el periódico que estaba leyendo, lo guardó bajo el sobaquillo, pagó la consumición que había echo en la cafetería, y se dirigió a la pensión en donde vivía para conectarse a Internet y buscar, en el mismo, información de aquella aparición paranormal.

Al salir del local un rayo de luz le cegó en plena rostro y tuvo que colocarse los anteojos de sol para no seguir deslumbrándose. Empezó a caminar rumbo a su casa pero al cabo de un rato debido al sol abrasador que ese día estaba pegando en la ciudad e Lugo, se sintió cansado y a medio camino se sentó en uno de los bancos que están situados al pie de las viejas murallas romanas.

Mientras descansaba volvió a tomar el periódico entre sus manos y lo volvió abrir en la página en donde la foto de la chica parecía hablarle. Continuó leyendo la noticia, que antes había dejado, de aquella aparición y se enfrasco un poco más en ella. La joven, que tenia 24 años, relataba que cuando la comitiva pasó delante de ella pudo contar a nueve personas. Una, la que iba delante, iba vestida de ropa actual y cargaba en una mano una cruz de madera y en la otra un caldero. Los ocho que lo seguían llevaban puestos unos sobretodos con caperuza de color blanco brillante. No pudo distinguirles los pies. Más bien parecía que flotaran en el aire. Los dos que iban delante y los dos que iban detrás de la comitiva tan solo llevaban en la mano unos cirios largos, con la forma de fémures, encendidos, de los cuales emanaban un fuerte olor a cerumen. Los cuatro que iban en el medio llevaban a hombros un ataúd. Por la facilidad con que lo trasportaban supuso que no debía de pesarles mucho o estaba vacío. Tal vez andaban en procura del alma de algún vecino al que venían buscar.

A la pregunta de la periodista de qué si algo le había resultado raro o extraño de aquella visión, La joven le contestó; “Que le había parecido raro que a los cuatro días de haber visto aquello un vecino del lugar, y que vivía cerca de la misma, falleciera después de una penosa y larga enfermedad”.

Yokasi siguió leyendo y cuando terminó de hacerlo se irguió del banco y, repuesto del cansancio, se dirigió a su casa.

Por el camino iba recordando y pensando en la visión noticia de aquella joven. Decía, ella, que estaba en el portal de su casa a la espera de que su hermano llegara de la casa de un vecino a donde fuera a buscar un fusible prestado para colocarlo en su casa pues debido a una subida de tensión se había generado un cortocircuito y se habían quedado a oscuras.

Volvió a pensar en la noticia que casi, casi se la sabia de memoria. “Estaba sentada en el porche de mi casa cuando de pronto llegó, hasta mí, un fuerte olor a cera. Creí, en un principio, que era el olor de los cables quemados debido al cortocircuito. Pero al mirar a lo lejos vi cuatro luces titilando entre la bruma nocturna. Me puse de pie y de un salto me planté en el trozo de campo que está al frente de mi casa. Hice un redondel con los dedos de la mano y me introduje en él. Luego adentro hice la estrella de David, me puse de rodillas y comencé a rezar el Ave María. Con la vista al frente, y rogando que La Santa Compaña no me viera, vi por el rabillo del ojo que la comitiva pasaba de largo. En los rezos pedí que mi hermano no se topara con ella pues iba en dirección por donde él se había ido y tenia que regresar.

Mientras caminaba pudo recordar, después de leer y releer la noticia, que luego que sus compañeros de clase le hubieran hecho una broma parecida, en los jardines de la universidad, tuviera un sueño muy similar en donde se le aparecía una comitiva muy igual a la narrada por esta joven. Quiso apartar aquella visión de su imaginación como lo había hecho en esos tres últimos años. Le costó un poco lograrlo pero gracias al autocontrol, que había aprendido debido a su concentración mental, logró su cometido

Llegó a su casa y se conectó a Internet. Lo que lograba leer entre líneas, de lo que encontró en la Web, era todo un malabar de noticias propagandísticas para inducir al turismo. Lo imprimió y mientras lo estaba imprimiendo recapacitó en la noticia y se dispuso en ir hasta Miraz a conocer a esta joven y a su familia. Además quería saber más de aquello y constatar que su hermano no fuera “aducido” por la famosa procesión. Guardó las hojas impresas en una carpeta y se dispuso en viajar hasta ese pueblo que distaba de Lugo a unos 70 Kms.

Lo que había impreso y que llevaba para Mostar a la joven que decía que había sufrido una visión tan especial era esto:



“...La Santa Compaña está formada por ánimas que van en dos hileras, envueltas en sudarios, con las manos frías y los pies descalzos. Cada fantasma lleva una luz, pero es invisible, sólo un olor a cera y un ligero viento son las señales de que está pasando la legión de espectros. Al frente va un espectro de mayor tamaño, la Estadea. Algunas veces llevan un ataúd en el que va un familiar del que presencia el paso. Este no tarda en morir.
Puede suceder que el que encuentra el paso a altas horas de la noche se vea obligado a seguir al cortejo portando una cruz y un caldero. El acompañante puede transmitir su "empleo" si en una de las excursiones de los difuntos se encuentra con otra persona. Le da la cruz y el caldero y él queda libre mientras que la persona a quien se los ha dado es la que pasa a acompañar a los espectros...” *



El viaje fue de lo más placentero que pudo tener pues la brisa que entraba por la ventanilla del Ford Fiesta del año 99, color azul, era toda una delicia.

Cuando llego a Miraz, su rostro no paso desapercibido para ninguno de los lugareños. No creía, Yokasi, que fueran muchos los orientales que viajaran por esa zona. Si algún oriental hubieran visto seria en las películas de la segunda guerra mundial.

Se detuvo en la tienda posada que hay justo delante del pueblo y preguntó por la chica del periódico, mientras exhibía la foto que de ella se había publicado.

Muy amablemente le indicaron el lugar en donde vivía. Hasta uno de los lugareños se ofreció en llevarlo, hasta allí, él mismo.

Dejaron el coche enfrente del bar y se dirigieron hasta el domicilio de la joven.

Una pequeña comitiva se les fue agregando según se iban acercando a la casa de la joven. Yokasi e Indalecio, que así se llamaba el vecino que se ofreciera a acompañarlo. Iban precediendo lo que parecía una pequeña manifestación.

Al llegar a la casa Yokasi pudo ver el porche en donde estaba sentada Inés, que esa era el nombre de la joven del periódico.

Indalecio llamó a Inés por su nombre, dando un pequeño grito. Quien salió hasta la puerta fue Diego, hermano de Inés, Tan pronto Diego vio a Yokasi su rostro mostró una expresión de rareza de estupor, como la de todos los pueblerinos. Se introdujo en la casa y al rato salio una joven que tenia el rostro de la fotografía. Se acercó a Yokasi, le tocó suavemente la cara. Miró para su hermano y para todos los que estaban a su alrededor y antes de desmayarse se le oyó decir. Este, este era el hombre que precedía La Santa Compaña y del que os he hablado.

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